27 de octubre de 2008

Carta a una amiga

Amiga:

¿Cómo sucedió que no me di cuenta? ¿Qué endemoniada fuerza del destino nos llevó tan lejos una de la otra en este mar inmenso, profundo, que es la vida? Habíamos decidido nadar juntas, sobrevivir juntas, porque eso fuimos y parece que seguimos siendo: supervivientes.
Me parece que fue ayer nada más que te abrazaba fuerte, que te mojaba el hombro con mis lágrimas y tú me ponías roja la oreja con tus problemas (porque claro, amiga, no puedes llorar). Siento que no pasaron tantos años de aquél día en que nos conocimos, cursando el mismo año, tú un año atrasada por las enfermedades, yo al hilo, esperando ansiosa terminar la secundaria para verme en la Universidad con diecisiete años. Entonces creí que era un triunfo... no sabía lo que la vida me deparaba. Por supuesto, ambas lo desconocíamos.
Las dos unas fosforitas llena de vida pero con el alma algo opacada por las vivencias, con un pasado no tan luminoso como las apariencias proyectaban. Nos intercambiamos recetas efectivas de suicidio, esas con las que fracasamos una vez pero quizá a la otra le fuese efectiva si el momento llegaba. Siempre reímos de eso, de que nuestra conversación primera fuera tan fúnebre, cuando nada moría sino que nacía algo maravilloso: nuestra amistad.
Nos volvimos inseparables, como dos almas que van de la mano buscando un rincón de paz y alegría donde reposar. Disfrutamos del arte en todas sus gamas, haciendo de cada momento juntas una ceremonia inolvidable. A dormir (sin pegar un ojo) a la casa de una o la otra, con los ojos morados de ver tantas pelis y el estómago a reventar de la rica torta de gofio o tu exquisita pastafrola. Al cine, vestidas casi de gala, como si de Holliwood se tratara. Las lágrimas de las dos (porque con una peli o un libro sí podías llorar), o las carcajadas sin que el público alrededor nos inhibiera. Tu risa de "bruja macabra" y la mía de "bruja loca". Las innumerables cartas escritas, los mensajes de amistad más hermosos que nadie pudiera escribir... porque sentíamos que nuestra amistad era única.
Las corridas del liceo a la librería para canjear libros, nuestra actividad favorita... y mi posterior descubrimiento de un género al que luego te hiciste tan adicta como yo. Me encantaba mostrarte el libro nuevo y llenarme la boca con una buena crítica, para luego decirte "cuando lo supere, te lo presto". Y claro, cuando llegaba a tus manos el libro cobraba vida, porque nada desde entonces se equipara a comentarlos juntas, a discutir fogosamente qué personaje es mejor, cuál era la trama más trabajada... Con nadie más volví a compartir ese encuentro entre páginas que nos hacía soñar juntas con que, algún día, bajo pseudónimos que nos inventamos, escribiríamos algo tan bueno como eso.
Las distintas universidades no nos separaron, ni los obstáculos en cada una de nuestras vidas, por inmensos e inesperados que fuesen. Habíamos jurado en complicidad boicotear los planes de la vida que pudieran separarnos. Y lo logramos... hasta hoy, que no estás.
Pasaron años, y hasta hace algunos meses seguíamos de la mano, aunque nos viéramos cinco veces al año, compartiendo de los momentos más llenos de vida que teníamos. Con el tiempo, aprendimos las manías de cada una y ya no te acosaba para que me dijeras qué te sucedía: comprendí que eras un ser hermético ante los obstáculos, que preferías enfermarte a llorar, pero que tarde o temprano purgabas tus penas... y lo hacías conmigo. Aprendiste que mi carácter tiene esas rarezas de los días primaverales, donde está brillando el sol y de repente, sin aviso alguno, estalla una tormenta. Aprendimos... Nos comprendimos. Nos complementamos.
Las primeras penas de amor, los primeros desengaños... llamarnos la una a la otra para contarnos, "a tí antes que nadie", que "tuve mi primera vez".
Nos sentamos en la cama del sanatorio mientras la otra, enferma, dormía, para velar su sueño. Nunca nos faltamos, y el estar, el simplemente estar, en momentos que querríamos olvidar algún día, inmortalizó nuestra amistad.
Entonces... ¿por qué hoy nuestra amistad, esa maravilla llena de vida, hoy parece inerte?
Me dijiste "no quiero traerte más problemas, bastante tenés con los tuyos", y olvidaste que no tenerte cerca es mayor problema que cualquier otro. Dijiste, también, "No quiero embolarte con mis dramas", y no pensaste en las veces que escuché tus problemas, como tú los míos, sin que eso significara una carga, sino una mano para cargar juntas el pesado arcón de los problemas. Olvidaste tantas cosas, que a veces me pregunto si no te habrás olvidado de ti en algún sitio, y la que hoy está lejos, sin querer hablar ni verme, es otra persona que se robó tu cuerpo.
He llorado una semana entera por esta distancia, porque te conozco, y conozco en tus palabras un "adiós" inminente. ¿Será que fue mucha soberbia jurar que le haríamos trampa a las vueltas de la vida? Yo qué sé, corazón, fuiste y sos la otra ala que me permite volar. Tengo muchos amigos, pero siento un vacío tan grande que casi no puedo sonreír. Me falta saberte mi amiga. Me faltás, amiga... Sentirte lejos en una ciudad tan pequeña...

Sin palabras. Sólo con el alma. Se sufre, cielo, y ojalá no sea la única que te recuerde así.
Sólo me queda la esperanza de esta frase: "AMIGA, LA VIDA ES EL ARTE DEL REENCUENTRO" Y yo lo espero con fervor.

Tu amiga.

1 comentario:

Belleame dijo...

Que hermoso..
a veces las cosas mas bellas se nos son retiradas..
quizas para que sepamos valorarlas..

Muy lindo tu escrito ..
un 10 ;)


adios