21 de octubre de 2008

LUZ DE FUEGO



Olvidados del mundo, apagamos las luces, encendimos las brazas, y nos volvimos brazas.

En esa oscuridad parcial, con sólo las llamas de un fuego lento, pudimos ser dos, anclados en el momento, más allá del tiempo y el espacio.

Cuando la luz del fuego iluminó nuestros rostros, nos encontramos realmente. No éramos los de siempre, simplemente éramos. Éramos dos fusionando nuestros cuerpos, nuestras almas, murmurando lo que sería nuestro secreto eterno.

El calor se extendió desde fuera hacia adentro, consumiéndonos en lo que sólo nosotros pudimos entender.

Momento sublime, se detuvo el tiempo y el universo conspiró en nuestro beneficio.

Pero sabíamos que al encender las luces, al apagar el fuego, volveríamos a ser los de antes.

Fue nuestro pacto vivir el amor, sin límites, sin miedos, mientras las llamas duraran.

Con la luz, y sin llamas ni penumbras, se acabó la magia.

Gracias, amor, por permitir que ese elemento nos diera lo que nunca tendremos en la luz del día.